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/ D E S P E D I D A /

Se esfumaron las palabras, los besos, los suspiros. Por contenerlos en un frasco vacío, por no darlos.


Se nos enfrío el corazón, como el té que se enfría cuando no lo bebes por la mañana y se queda en la mesa. Y así me quedé yo, sentada, esperando pronunciarte un verso. No llegaste, así que te escribí una carta. Porque ya no quiero nunca, tragarme las primaveras de mis sensaciones y ahogarlas contra mi pecho. Por que duele. Duele como quererte aunque no quiera. Como la carta que no respondiste.


Así que prefiero coger mi latido de madrugada, y acariciar las verdades sin miedo a que salgan volando por la ventana a contarte como me siento.


Así que prefiero adelantarme a nuestro invierno inevitable, agarrar el temblor que parte de mi boca y me asfixia por el cuello, echarlo de mi casa, desmantelar la historia que no es tuya, que no es mía, que no es nuestra ni de nadie, y darle ritmo a la distancia que nos espera, desde el último té, que ya estaba frío.


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