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(A)

Aprendí a medir el alma

gracias a la paleta de colores

en la que se dibujaban tus carcajadas.

Aprendí de la música

que se vuelve el amor,

cuando todos tus decibelios

inundaban

la calle

la plaza

la casa.

Aprendí de ti, y del que ama

frente a aquel tapiz

de rosas secas y guirnaldas blancas;

mientras tú lo mirabas

con las palmas abiertas

sin cruzar las piernas

para recibir sin miedo

lo que viene de fuera.

Aprendí, que una buena plática

lleva a un libro y viceversa.

Que las marometas en colinas

son más divertidas

de lo que cualquiera pudiera llegar a pensar.

Aprendí

aprendí un montón de cosas,

y me llevo de ti

el que ya no importa

escribir con coherencia

cuando la vida te enseña

lo divertido que es andar de cabeza

en el filo de un sube y baja.


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